Los certificados de eficiencia energética son responsabilidad del propietario de la vivienda, de ahí que la normativa esté dirigida a ellos. Sin embargo, las personas que estén buscando una casa para comprarla o alquilarla también deben fijarse en la calificación energética de la vivienda y saber cómo interpretarla, ya que puede haber grandes diferencias de unas casas a otras. Además, no debemos olvidar que el propietario está obligado a enseñarnos la certificación si alquilamos la casa y a dárnosla si la compramos.

La etiqueta de certificación energética en la vivienda

En la etiqueta de certificación energética, lo primero que debemos tener en cuenta es que las posibles calificaciones pueden ser a, b, c, d, e, f y g. Las primeras letras (a y b) indican que la vivienda es muy eficiente energéticamente y consume muy poco, mientras que las últimas (f y g) indican todo lo contrario. El punto medio estaría en las letras d y e, que serían algo así como un “aprobado”. De esta forma, con solo echarle un vistazo a la calificación, podemos tener una idea bastante aproximada del consumo de la vivienda. Por ejemplo, imaginemos una vivienda tipo que gastase unos 60 euros al mes en suministros energéticos. Si la vivienda estuviese calificada con una a o una b, gastaría menos que la media, entre 45 y 35€. Si su calificación fuese d o e gastaría más o menos como la media, es decir, entre 57 y 66 euros aproximadamente. En cambio, si su calificación fuese f o g gastaría bastante más que la media, entre 70 y 80 euros.

Si multiplicamos todos esos recibos por doce meses, al cabo de un año el ahorro es muy importante, por lo que merece la pena tener en cuenta la calificación cuando alquilamos o compramos una vivienda. Además, nunca está de más preguntar al propietario sobre el gasto mensual en energía, para ver si puede darnos algo más de información. Algunas viviendas, sobre todo en el caso de los alquileres, tienen un precio de alquiler atractivo pero luego las facturas mensuales son muy elevadas y no compensa.